El primero es Salvador Medina Barahona, panameño, con tres poemas breves que forman parte de un libro hermoso, "La hora de tu olvido", dolor hecho poesía, dedicado al padre que ha partido por delante. Con él, cuentos, diálogos y textos breves de Maria Eugenia Caseiro, Manuel Orestes Nieto, Mariluz Suárez Herrera y Mario Augusto Rodríguez.
Pero antes de presentarlos, quiero compartir tres excelentes minicuentos del argentino Enrique Anderson Imbert (1910-2000), el español Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) y el chileno Vicente Huidobro (1893-1948), como antes lo hemos hecho con breves relatos o poesía de autores clásicos de otras épocas, otras regiones del planeta tierra.
Así, en total, hoy les entrego siete cuentos breves, tres poemas. Edición especial de miniTEXTOS.org que espero que disfruten tanto como lo hice yo.
JLRP, editor
www.miniTEXTOS.org
Al pie de la Biblia abierta —donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo— alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revolver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien —¿pero quién, cuándo?— alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez.
Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.
—Enrique Anderson Imbert, El suicida
En la habitación iluminada de aquel piso vi matar a aquella mujer.
El que la mató, le dio veinte puñaladas, que la dejaron convertida en un palillero.
Yo grité. Vinieron los guardias.
Mandaron abrir la puerta en nombre de la ley, y nos abrió el mismo asesino, al que señalé a los guardias diciendo:
—Éste ha sido.
Los guardias lo esposaron y entramos en la sala del crimen. La sala estaba vacía, sin una mancha de sangre siquiera.
En la casa no había rastro de nada, y además no había tenido tiempo de ninguna ocultación esmerada.
Ya me iba, cuando miré por último a la habitación del crimen, y vi que en el pavimento del espejo del armario de luna estaba la muerta, tirada como en la fotografía de todos los sucesos, enseñando las ligas de recién casada con la muerte…
—Vean ustedes —dije a los guardias—. Vean... El Asesino la ha tirado al espejo, al trasmundo.
—Ramón Gómez de la Serna, Yo vi matar a aquella mujer
María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se llama Olga.
Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo.
Pero la parte que ella casó era su parte que se llamaba María. Su parte Olga permanecía soltera y luego tomó un amante que vivía en adoración ante sus ojos.
Ella no podía comprender que su marido se enfureciera y le reprochara infidelidad. María era fiel, perfectamente fiel. ¿Qué tenía él que meterse con Olga? Ella no comprendía que él no comprendiera. María cumplía con su deber, la parte Olga adoraba a su amante.
¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que esto puede traer consigo?
Así, cuando el marido cogió el revolver, ella abrió los ojos enormes, no asustados sino llenos de asombro, por no poder entender un gesto tan absurdo.
Pero sucedió que el marido se equivocó y mató a María, a la parte suya, en vez de matar a la otra. Olga continuó viviendo en brazos de su amante, y creo que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo sólo que es un poco zurda.
—Vicente Huidobro, Tragedia
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UN MINI HOYO NEGRO Y EL APOCALIPSIS
Desde los tiempos biblicos sabemos que la tecnologia es un arma de doble filo. Un cuchillo, por ejemplo, bien puede servir para partir el pan o para degollar al vecino. Dominar cualquier tecnica es, tarde o temprano, un problema para aquel individuo o comunidad que ha conseguido tal cosa. Pensemos en el fuego por un momento. Desde que Prometeo se lo robo a los dioses y se lo entrego a los hombres, con ese nuevo conocimiento hemos hecho de todo, desde cocinar nuestra comida hasta achicharrar al enemigo en los campos de batalla, en las catacumbas romanas o en las bases militares de cualquier imperio. Hemos cauterizado heridas con el, pero tambien hemos marcado esclavos a sangre y fuego cada vez que hemos podido. Todo conocimiento pues tiene su contrapartida. Todo depende de como usemos las cosas, los inventos, los intrumentos.En una palabra, todo depende de como usemos la tecnologia. Una television, por ejemplo y para insitir en el punto, es un gran aparato si sabemos darle el uso adecuado, pero puede ser el mas miserable y abyecto de los objetos ("La caja idiota" dice Carlos Fuentes) si no sabemos darle contenido y buen uso.
El dia de hoy, en la edicion dominical del New York Times, aparece una noticia mas que inquietante. Dos ciudanos en Estados Unidos han llevado a los tribunales a CERN, un acelerador subterraneo de materia ubicado en Suiza que ha costado billones de dolares a los paises desarrollados de Europa y el mundo. Es, se dice, la maquina mas grande y sofisticada jamas construida. Sin embargo, esos dos ciudadanos, un fisico y un escritor apellidados Wagner y Sancho respectivamente (!al fin te volviste Quijote Sancho!) han llevado a los tribunales a aquel proyecto a fin de intentar prohibirle seguir adelante con sus experimentos cientificos. Temen los susodichos que, como esta anunciado, durante tales pruebas los cientificos logren crear un mini hoyo negro que pueda devorar a la Tierra en cuestion de dias, horas o incluso segundos...
Algunos cientificos responden que no, que esto es simplemente un temor ridiculo e infundado. Otros, como el Dr. Arkani-Hamed atenuan el asunto diciendo que solo existe alguna probabilidad remota de que tal cosa suceda, o sea, de que la Tierra quede destruida rapidamente por un fenomeno cosmico producido por un artificial y devasatador hoyo negro.
Por supuesto podemos reir o llorar ante el anuncio. Burlarnos o preocuparnos ante la inicitiva de esos dos ciudadanos, pero sea la reaccion que sea que tengamos, quiza en algun momento en nuestra soledad podremos pensar y sentir que hemos llegado a tal punto en nuestra encrucijada historica como especie en la que ya no sabemos que es mejor: si ser indiferentes ante la posible autodestruccion cataclismica de nuestro planeta en aras de una curiosidad cientifica que puede parecer ya irresponsable, o bien sentir que somos una especie problematica y violenta, tan conflictiva y criminal que, a lo mejor, de algun modo ese seria en justicia el final que nos hemos ganado. Tambien podriamos pensar que nada sucedera, que los cientificos son lo suficientemente aptos y capaces como para no llevarnos a tal situacion.
Personalmente pienso que para mi la vida es lo mas valioso y, ante la mas minima posibilidad de danarla, prefiero entonces enclaustrarme en la lectura y comprension de un libro que buscar saber de que esta compuesto un atomo o proton si con eso pongo en peligro a otras personas y corro riesgos de innimaginables proporciones. La ignorancia es felicidad. ?Cual es el limite valido para la busqueda del conocimiento? ?Hasta donde podemos correr riesgos por saber? ?Tengo yo derecho como cientifico de hacer correr riesgos a otros?...?Esta el articulo del New York Times hablando de un peligro inminente? En verdad carezco de respuestas para estas preguntas, y mas bien tengo dudas e inquietudes. Esta noche, entonces, leere poesia mas que nunca, escapare tal vez cobardemente de tanta interrogante...En todo caso la poesia es tambien una especie de hoyo negro.
Noe Baryn
*Lease "un televisor" y no "una television". Gracias.
N. Baryn
*primera linea, ultimo parrafo, lease: "Personalmente pienso que la vida es..." Debe eliminarse ese "para mi" que es repetitivo. Lo siento, escribo a vuela pluma.
N. Baryn
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