8.2.08

ROSAURA ESTÁ CONMIGO - Francisco J. Berguido

...la vida del hombre no es sino una acción a distancia, un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso...
—Nicanor Parra, Solo de piano, Poemas y Antipoemas



Me senté sobre la cama de golpe, como tirado por cuerdas, mi rostro bañado en un sudor frío; la respiración entrecortada emanaba borbotones de aire caliente. Miré a la derecha para percatarme de que Rosaura estaba todavía dormida a mi lado. Un bulto cubierto en mantas inspiraba y expiraba de modo apenas perceptible. Apoyé mi mano en su hombro quizás para darle más calor. Al sentir algo mullido, recuerdo haber pensado: "no puede ser Rosaura", y descubrí de un tirón la frazada. Era una montaña de puré de papas. Miré, incrédulo, el monte de puré por un par de minutos. Metí las dos manos y lo examiné, lo amasé, lo desprecié, lo tiré contra las paredes, odié su forma de mujer, su olor embriagante, su falta de sal.

Salté de la cama y goteando pedazos de puré corrí hasta la puerta de entrada de la casa. Estaba desnudo. Sentí deseos de ser visto así, de pasearme delante de todos sin pudor, sin tapujos. No había nadie, ni un alma que me viera como estaba: desnudo y al mismo tiempo cubierto en puré.

Vi, al final de la barriada, una casa, la única casa con las luces encendidas. Allí —me dije— encontraré a alguien que me vea como soy. Dentro estaba Rosaura, desnuda. Hacía el amor con Armando, el vecino. Yo me paré delante de ellos y ellos ni siquiera se dieron cuenta que estaba allí. Encontré placer en su placer y quise morir, pero sabía que si moría entonces nadie sabría por qué había muerto.

"¡Un carajo!" recuerdo haber pensado mientras tomaba el autobús rumbo a la ciudad. "Una mierda", "una vida", "una mierda", "puré" pensaba cuando iba camino a la ciudad. Allí no había nadie. Tampoco nadie se extrañó de verme desnudo, tampoco nadie me vio como era realmente.

Llorando en ese bar, con frío, abrazado al machete, embarrado de puré, sentí mucho sueño.

Estaba en la barra del bar cuando me desperté de golpe, como tirado de cuerdas, mi rostro bañado en un sudor frío. La respiración entrecortada emanaba a borbotones. Miré a la izquierda para percatarme de que Rosaura estaba todavía dormida a mi lado.

Allí estaba como un bulto, estaba allí. Allí, siempre estaba.


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© 2008, Francisco Berguido
Tomado del libro "La costra roja" (UTP, Panamá, 2006).
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