22.2.08

ÍNDIGO - Yanuly Sansón

Nunca le vio. Antes de la guerra había vivido sumergido en las cosas que le habían enseñado a temer y amar. Bajo el ardiente ojo del otro fue como cualquiera, y tal vez menos. Sus sueños eran el pan de la mañana, siempre esperados, pero simples.

Por supuesto, la llamada lo encontró.

Al principio imaginó un trueno lejano, y el orgullo le hizo quedar en vez de huir con los demás. Último e inútil, le vistió con más luces que armas, y la batalla que no perdona ni espera, le arrasó cual vendaval.

Pero no hay castigo sin cierta ironía.

***

Invoco su nombre a gritos, no sé cuál de ellos será. Pero mi intención es saturar el viento hasta que ya no quede espacio en lo invisible para algo más.

Éste azota mi prisión con furia descomunal, se retira en un suspiro, sisea, ruge y vuelve a golpear hasta hacer crujir las piedras.

Aunque ciego, he logrado zafarme de mis cadenas, no por fortaleza sino porque mi cuerpo se ha consumido en la espera.

Me han murmurado que el Sol es un pálido reflejo de sus escamas, adivino que su forma contiene un mar de hojas azules y ojos donde las gaviotas se pierden sin encontrar tierra alguna vez.

Callo, y me pregunto si viene a devorarme o llevarme con él.

En mi sangre escucho su voz y el viento sugiere libertad.


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© 2008, Yanuly Sanson
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