Cuando yo era chico, solía visitar la media docena de pozas que, por filtración, se formaban a inmediaciones del río. Siempre estaban cubiertas de plantas acuáticas y eran un hervidero de tepocates y ranas en sus diferentes etapas de desarrollo.
Por pura travesura, con fruición, golpeaba con fuerza la superficie del líquido y gozaba al ver como los asustados animales trataban de huir en todas direcciones. Repetía la acción varias veces y me reía con ganas, burlándome de ellos y de su incapacidad para defenderse.
Pero un día en que estrenaba un atuendo de mezclilla (lona), compuesto de pantalón y chumpa, me acerqué a una de las pozas con la intención de deleitarme con mi diablura, pero por un descuido, tropecé y fui a parar al agua. La poza no era profunda y pude ponerme en pie, pero mi nueva vestimenta adsorbió tal cantidad de agua que multiplicó su peso e impedía mis movimientos y no podía salir.
La fauna local, detectó mi impotencia y aprovechó la ocasión para cobrar venganza por mis fechorías pasadas. Se me acercaron a mansalva por todos lados y empezaron a hacerme cosquillas con sus trompas y sus patitas y yo reía desaforadamente debido al pícaro cosquilleo, a tal punto que me brotaban las lágrimas.
Desesperado, les gritaba que ya, que me rendía, que no los molestaría más. Pero todo era inútil. Gozaban con su proceder, de tal manera, que de todas las pozas brotaban las risas burlonas y solidarias.
Si no hubiera sido porque por ahí pasaron unos campesinos que me ayudaron a salir, a estas alturas, todavía estuviera siendo victima de los vengativos renacuajos, quienes se carcajeaban de mí, en franca vendetta.
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© 2008, Vicente Antonio Vásquez
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4 comentarios:
El poder de evocar, de despertar la imaginacion y los sentimientos del lector es una de las fuerzas, de las potencias originales de la literatura. A veces es mas bien un misterio el porque un texto logra esto en determinado lector y no en otro. De hecho criticar, en literatura, en arte en general, es jugar a ser injusto. Todo critico, al empezar a escribir sus notas, deberia martillar su revolver o preparar la soga para ahorcarse, esto en aras de la justicia inalcanzable, solo como penitencia por la posibilidad de cometer una injusticia. Despues de criticar hay que pensar seriamente en el suicidio.
Luego de la anterior exageracion, de esta hiperbole necesaria,claro esta, paso a decir que el cuento de Vicente me ha llevado a pensar en la ninez en general y en mi ninez en particular. En su aparente simpleza el texto me hizo recordar esa epoca original de la vida, cuando todos fuimos ninos y, por supuesto, cuando yo tambien me enlodaba a orillas de un rio, cuando aprendia la diferencia entre un renacuajo y una rana, el concepto practico de metamorfosis mucho antes de las lecciones de biologia o de haber leido a Kafka. Me ha sucedio en la vida que caminando por una calle de Berlin o Londres, de Mexico o Madrid, de pronto, sin razon, he recordado mi ninez, la irrepetible inocencia, los juegos, las risas, y he comprendido que esa era la mejor epoca de la vida. Y este cuento tiene eso, tiene fuerza evocadora, cosa que hay que agradecer. Los sentimientos trasnmitidos por el texto en cuestion son autenticos, nada es forzado en el. Me hizo recordar a la Antigua Guatemala, "hoja seca, crisalida, los turistas te cuentan costillas..."; recordar a Rafael Landivar, y pensar tambien en eso tan extrano que se llama Patria y que no existe, pues "mi patria es mi ninez" como dijo Cardoza, otro antigueno como el autor de este bello cuento.
Lamentablemente en los paises desarrollados muchas veces los ninos solo concen una rana en el laboratorio de la escuela o en la television. Yo -como muchisimos latinoamericanos- tuve la suerte de aprender a nadar a orillas de un rio. Comprendo, entonces, este cuento y la evocacion que hace el autor, pues se lo que es la ninez libre, el nino corriendo bajo el sol...la risa, el tiempo que pasa...hasta que de golpe se llega a adulto y todo ese mundo se derrumbo, solo podemos intentar recrearlo en un cuento...un cuento tan ameno, lleno de oficio como este de "la venganza de los renacuajos." Leyendolo uno vuelve a tener las rodillas raspadas, la honda en la bolsa, el trompo, los cincos o canicas...uno vuelve a ver la vida, aunque sea durante el tiempo breve que dura la lectura, con ojos nuevos, sin mezquindad, como intentando otra vez la ninez...y se recuerda a la primera nina que nos hipnotizo con su gracia, a la pandilla del barrio, a los charcos misteriosamente poblados de bichos y sobre el que revoloteaban insectos.
Entre el nino y el adulto hay un abismo de tiempo y olvidos, de muerte y dolor, de adolescencia y desencantos.Un nino es esperanza.Un adulto es memoria.
!Salud por el cuento de Vicente Vasquez!
Noe Baryn.
*Final del tercer parrafo: cita del poeta Landivar, debe decir: "los turistas te cuentan las costillas" Gracias.
N. Baryn.
Estimado Noe. Gracias por tu amable comentario. La niñez perdura en nosotros. Un abrazo fraternal. Chente.
*Se cita al poeta L. Cardoza y Aragon, no a Landivar. "...hoja seca, crisalida, los turistas te cuentan las costillas" Lo siento. N. Baryn
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