La puerta estaba abierta y entré. Pasé el zaguán, que no recordaba, y reconocí el gran living. Miré las paredes donde pegaba compulsivamente aquellas estampas consagradas de Perón y Eva, las que podían salvar a mi papá. Pasé el comedor y en la cocina observé el sitio donde murió mi abuela. El patio me evocó los juegos. Subí al altillo, el lugar mágico. Y ahí estaba yo, sentada con esa expresión triste que siempre asumo en soledad.
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© 2007, Sara Rolla
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1 comentario:
Vaya sorpresita la que nos entrega hoy Minitextos: una pequeña genialidad de nuestra genial Sarita. ¿Y será que en la soledad también asume la manía de escribir cuentos? ¿Podemos empezar a creer en otra sorpresita: la de un libro de ficciones de su autoría? Un abrazo para usted, queridísima maestra.
G.R.
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