A mi hermana Palmira, e hijos
Muchas de las mujeres del vecindario están piponas. Andan orgullosas con sus vientres en ristre, que dibujan formas geométricas cambiantes. Las de barriga en punta como nave espacial. Las redondas como bola de baloncesto. Las oblongas como dirigibles. Las casi cuadradas. Las piramidales. Las rectangulares. Pero en todas se adivina la suave venganza de la fertilidad de estas tierras, donde el machete abre la trocha en el monte y al mirar atrás ya la vegetación inunda el claro formando una muralla impenetrable. Un día el fuego amenazó con arrasar con todo el edificio al estallar un tanque de gas e incendiarse un cuarto. Las preñadas se reunieron alrededor del conato; todas juntas rompieron fuentes y arrasaron al siniestro con sus aguas maternales. La población de la casa aumentó notablemente ese día, y entre llantos de recién nacidos el incendio murió en su cuna.
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© 2007, Raúl Leis
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2 comentarios:
Este texto hace honor al cuento breve.
Gracias Isabel
raul leis
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