21.9.07

LA SAL - Marvin Balladares Drago

Mercedes no se alarmó en lo más mínimo cuando a primera hora de la mañana su Comadre Teresa le fue con el chisme de que las vecinas le habían ido a "salar" el puesto del mercado.

—Descuide comadre Tere, esa sal solo entra por la cabeza —dijo tranquilamente Mercedes terminando de acicalar sus trenzas negras que descendían por su torso hasta rozar su cintura—. Y ustedes no se preocupen, que Dios está de nuestro lado —sentenció dirigiéndose a sus dos hijas, que ante la terrible noticia sollozaban temerosas.

Mercedes terminó de ajustarse el pulcro delantal, se persignó rápidamente frente a una imagen de la virgen de Suyapa y después de darse un último retoque junto al espejo; salió resuelta a atender a sus fieles comensales.

Al llegar Mercedes corroboró el ensalmo: cuatro promontorios de sal habían sido erigidos en cada una de las esquinas del comedor. Sin inmutarse recogió cuidadosamente la sal de la superficie, puso especial empeño en no contaminarla con tierra y otros residuos. Después de barrer los restos del salitre, Mercedes se empleo a fondo en la preparación del desayuno y otras menudencias. Los clientes empezaban a llegar hambrientos.

Con la sal ganada del conjuro Mercedes cocinó durante un mes. Sus comensales se multiplicaron.


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© 2007, Marvin Balladares Drago
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