"Húyese hacia el Cauca el negro bravío", parecían decir los vientos columpiando los versos sobre las aguas tranquilas, casi lisas, del mar. Ella, desencajada y ansiosa, con ojeras, miraba a lo lejos, siempre esperando a que del agua surgiera, como sucedía en sus sueños, aquel gigante soleado y fuerte y que con poder impetuoso la arrastrara mar adentro, junto a él. No para el amor, decía, sino para la vida, más allá del amor. Temores no tenía, y por el contrario, huían de su lado, temerosos, los vientos, los viejos y los caracoles. Estaba sola en la mitad de los sueños. Día tras día iba a mirar al mar, decían que estaba loca pero no le importaba. Una tarde fue por todas las calles gritando que él venía, que allí estaba, en la barcaza lejana que era un puntito en el horizonte. Ella se puso un blanco batilongo a media pierna, los hombros descubiertos y una flor en el pelo de mermelada espesa. Se quitó, frente a todos, las enaguas, el batilongo claro, no así los zapatos, porque no llevaba, y así desnuda, a buscar al marino se lanzó al mar. Los pescadores, los niños y los ancianos inútilmente la buscaron bajo la luna llena. No hayaron un solo rastro de la mujer ni aparecía la barcaza. Desde entonces la ven dizque porque murió en el mar; alucinada, aparece en cada ola turbulenta, y es la cara del mar.
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© 2007, Moravia Ochoa López
Tomado de "En la trampa y otras versiones inéditas" (INAC, Panamá, 1997)
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1 comentario:
Excelsa poeta pero también magnífica narradora MORAVIA
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