Cada mañana esta mirándome, lo sé. Esas luces brillantes con forma de ojos se esconden debajo de algún lugar. Su paradero es incierto por más que trate de sorprenderlo.
Ayer salí a comprar el periódico y a fumarme el primer cigarro del día, como todas las mañanas. Casi todos los vecinos cerraban al mismo tiempo los portones de sus casas, se dirigían al trabajo. Iban mirando hacia el suelo, talvez contando las piedras, la verdad no sé. Pero sólo Don Saúl miraba al cielo, como siempre. Decían los viejos del barrio que se había metido mucha droga cuando era joven.
Regresé la mirada y no había nada. Le di el último jalón al casi difunto cigarrito y entré a casa por la cocina. Estaba mi abuela haciendo su café. Le comenté que desde hace como tres semanas alguien me observa —a veces lo siento a mi lado y por ratos me persigue pero desaparece.
—Dejá de andar leyendo mucha tontera, cipote, que vas quedar visco y medio loco, como don Saúl que anda hablando pendejadas él solito...
Caminé hacia mi cuarto, me senté en la cama a leer el periódico. En la parte de sociales estaba una nota de duelo con la foto de mi abuela.
Regresé a la cocina y estaba Don Saúl tomando café.
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© 2007, Ricardo Tomé
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