Tiene la sensación que dentro de poco vivirá lo que en estos momentos hace tanta falta. Y es que todo lo que ocurre tiene un sentido, una razón, un culpable. No acierta a su sonrisa, se siente víctima de un disfraz, carga en su espalda el peso de un sinfín de palabras acumuladas, y el cansancio lo tiene como mejor amigo.
La conciencia le pregunta si se puede extrañar lo que no se ha vivido. ¿O ahí es donde aplica la palabra "añorar"? Hoy no le importan los significados de la Real Academia. Esta vez la despreciará. Decretará falsos sus significados y verdadero lo que cree o siente. Así que la muchachita elige la primera. Extraña. "Sí, esta es". Mientras más lo piensa, no duda que esa es la palabra aplicable. Extraña.
¿Qué extraña? Teniendo la pregunta al frente, no está segura de que es lo que siente. "¡Diablos! ¿A veces pasa esto, cierto?". Patea la pregunta, y la tira a la calle. No lo dice, pero en el fondo, sabe la respuesta. Extraña esos días en los que con una leve sonrisa en los labios pensará que estas semanas ya pasaron, que ya se encuentra completamente bien, y que todo pudo haber sido peor. Mucho peor.
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© 2007, Priscila Ramírez Mirabal.
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3 comentarios:
Dicen que sólo se puede extrañar aquello que se ha vivido, experimentado.
Cuando la memoria llega a un límite y aparentemente no podemos recordar, parece absurdo añorar, allí entra la búsqueda de esa añoranza eterna.
Pero también añoramos aquello que deseamos aunque desconocemos... Como el frío blanco de nieve desde el cálido trópico o el calor tropical desde el sur/norte invernal, el mar para los nacidos en los centros de los continentes, épocas y modas pasadas para los más jóvenes, la tierra de los ancestros aunqu desconocida, o las estrellas que nadie ha visto desde muy lejos de aquí.
Una pieza de recuerdo es igual a una de imaginación. Pedazos de mente que románticos, soñamos, añoramos.
::DRAGO--> bocadedrago.com
Quizás el ingenio de extrañar no reside en qué añoramos, sino en qué tan seguido lo hacemos. Hay veces que pertenecemos a momentos de la historia de los que nos rehusamos a salir, y cuando extrañamos nos hacemos cada vez mas impacientes al enterarnos que los momentos no nos pertenecen, sino que nosotros le pertenecemos a ellos.
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