A Rogelio Sinán
Durante varias semanas Eustaquio no se cansó de repetir a sus vecinos que estaba salado, que se sentía salado. Le recomendaron varias fórmulas para quitarse la salazón, pero Eustaquio solo repetía lo mismo una y otra vez con una insistencia que empezó a tornarse insoportable.
Muchos olvidaron el asunto hasta la mañana del día en que cayó el primer aguacero del invierno. Asombrados vieron cómo al mojarse Eustaquio con las primeras gotas, se disolvía y se diluía en el enorme charco que siempre aparece en el patio.
Ahora el charco tiene un ligero sabor salino y gracias al limo verde que se forma en su lecho, parece un pequeño mar. Los niños echan a navegar barquichuelos de papel periódico, y el diminuto mar de vez en cuando se encrespa y ruge con sonidos similares a pequeñas tormentas.
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© 2007, Raúl Leis
Tomado del libro "Viaje alrededor del patio" (Editorial Signos, Panamá, 1985)
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3 comentarios:
Surreal o como dirían por acá "mágicamente real"
Iba leyendo el segundo párrafo y sentí que la piel se me erizaba. No se porque me recuerda a alguna canción de Mecano.
Precioso.
"Naturaleza Muerta"?
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