Si pudiera ayudar lo haría con mucho gusto —dijo la cristalina voz—, me aflige ver a la niña encerrada todo el día en casa. Cuando veo que afuera, a pesar de la lluvia, juegan los niños con sus barquitos.
Si ella pudiera sentir las frías gotitas como las siento yo, sabría lo que es frescura. Cuando se acerca a mí con esas pequeñas lagrimas saliendo de sus ojos y pega su pequeña nariz para observar a sus amiguitos, siento que su tibio aliento me quiebra por completo y quisiera desaparecer.
Si ella pudiera jugar con esos niños, sabría lo qué es la alegría. Se podría olvidar de sus largas horas de tedio y soledad, aunque fuera por un momento, olvidar todas sus dolencias.
¿Lloverá hoy como ayer? Espero que sí. Y si la veo triste de nuevo, me abriré despacito, sin hacer ruido, para que ella pueda salir inadvertida y disfrutar efímeramente de la felicidad.
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© 2007, Yolanda Ríos de Moreno
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2 comentarios:
Puerta compasiva, magnífico punto Yolanda. Me gusto el desenlace y la exquisita y sensible introspección arriba.
Saludos
Es un cuento muy lindo. Destila sensibilidad. Felicitaciones.
Luigi.
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