El gerente me condujo tras su oficina, para mostrarme lo revelado la noche anterior en la cantina.
—Mire abogado —dijo, abriendo un viejo refrigerador—. Acá es donde guardamos el alma de nuestros empleados.
Adentro, bajo la tenue luz, entreví numerosos frascos conteniendo líquidos oleosos de diversas tonalidades.
—Como verá —continuó el americano—, capturamos su alma paulatinamente por medio de favores que les brindamos mientras laboran en la bananera, para almacenarla en estos botes etiquetados.
Quedé pasmado.
—¿Se entera? —preguntó—. Como la idea de Huxley, tanto el espíritu como el ánimo de cada dependiente permanecen acá, inventariados, hasta renunciar o jubilarse, y mientras los poseemos prevalece la voluntad empresarial, evitándose contradicciones que atormenten sus conciencias. Al final, según disposición reglamentaria, se los devolvemos.
Súbitamente comprendí mi estúpida ingenuidad, pero guarde silencio.
—A propósito, la suya es ésta —me indicó displicentemente, agitando el recipiente con mi nombre para homogenizar el contenido—. Después de treinta años con nosotros hasta se había sedimentado. Si prefiere se la envío a Tegucigalpa ahora que se jubile, porque a su edad muchos ni siquiera la reclaman y las tiramos por el caño.
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© 2007, Ernesto Bondy Reyes
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3 comentarios:
Soy la enemiga número uno de la cultura corporativa, de las empresas que perduran y del orgullo empresarial. Con cada línea mi corazón sonríe con maliciosa complicidad.
wow! me sintonizo con tu comentario, anónima!
Saludos al autor asimismo
SONGO
Soy Babilonia, Mauricio, algo así como un anónimo con nombre, Lindo relato el Arreglo Corporativo, el de las almas en frascos, tiene lo necesario:
intención, denuncia, cronometría, estructura, sarcasmo, personajes profundos y fatalidad tercermundista. La trama expone lo que ocurre a la generación joven actual, la burguesa-profesional (amanecí pleonástico), las empresas les roban el alma.
A propósito, los conceptos mini-relatos y mini-textos puede ser muy diferentes. Deberían desigualarse de los mini-decires, micro-expresiones y hasta de las micro-ideas, para que no se conviertan en una calamidad que contamine el alma literaria.
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